Durante las últimas dos semanas se han producido una serie de incidentes entre los aviones de las Fuerzas Aéreas Rusas y de los países de la OTAN. Según se ha podido comprobar, más de 20 aeronaves del gigante oriental han sido interceptadas en espacio aéreo internacional bajo jurisdicción de los países miembros de la alianza.
El pasado 28 de octubre, una formación de cazas rusos Mikoyan MiG-31 que sobrevolaba aguas del mar Báltico, fue detectada por radares de la organización. Como no respondieron a las llamadas de los controladores y se negaron a identificarse, las autoridades militares ordenaron un scramble. Cazas suecos y portugueses de la Policía Aérea Báltica los identificaron, y posteriormente los alemanes también.
Sin embargo, al día siguiente, ocho aviones rusos sobrevolaban el mar de Noruega, cuatro Tupolev Tu-95 Bear y cuatro Ilushyn Il-78, que fueron abordados por F-16 de este reino. Tras estos acontecimientos, seis aeronaves retornaron a espacio aéreo ruso, pero dos continuaron su viaje y fueron interceptados por EF-2000 de la RAF al norte de Escocia. Lo que es más, estos mismos bombarderos nucleares fueron detectados por radares españoles junto a Galicia y fueron por tercera vez identificados, por F-16 portugueses. En ese momento regresaron, presuntamente, a Rusia.
Al final del día, una nueva formación de aviones de caza y ataque fueron detectados e interceptados por los turcos sobre las aguas del mar Negro.
Según los expertos, esta serie de maniobras tienen como objetivo probar la rapidez y la eficacia de la respuesta europea a posibles ataques. Todo esto se une al incidente de hace unos días en Inglaterra, cuando un avión ruso de carga fue forzado a aterrizar por interceptores tras no responder a las llamadas de radio, y al de un buque oceanográfico también ruso realizando actividades extrañas en la zona económica exclusiva de la República de Portugal, siendo forzado a abandonarla por patrulleros de la Armada.
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